domingo, 15 de marzo de 2009

EL DOMINGO


Las doce de la mañana del domingo y una incondicional me acucia por teléfono. Qué ya que he regresado debo renovar las entradas del blog. Me defiendo y contesto que estaba en ello antes de que me despertara su llamada. Oigo la palabra “perrazo”. Me difama y cuestiona mi hombría. Río con su ilécebra.
Dos días y apenas sumo doce horas de sueño. A mitad de la jornada del sábado me suelta el notición Pepe ¡Cómo no me lo habéis dicho antes! Lo regaremos con un buen espumoso ¿Publicó algo la hoja parroquial? Sólo el victimismo de Vara.
Pienso en ello mientras me rasco el papo, recojo la dentadura en un vasito de agua sobre la mesilla de noche y arrastro mis zapatillas de paño en chancla hasta el aseo. Las abluciones me rejuvenecen.
Reparo en una grieta de mi dedo. Doy un trago de leche y me desayuno una lata de atún con un puñado de nueces. Llegué de madrugada a casa y la mitad del equipaje está en el coche. Decido bajar a por el portátil en cuanto pase otra vez por el retrete. Cómo pude olvidarme las llaves del garaje dentro del coche. Mi madre dice que tiene copia de la llave del garaje. Pruebo suerte. No. Vuelvo a por otro juego de llaves. Descargo los bultos y pongo a solear en la terraza un par de botas mojadas que necesitaré mañana y unos calcetines chorreando.

Agarro un cuchillo de cocina y leo la prensa digital. “El plazo queda interrumpido”. Me regodeo. “Esto supone que en este momento ya no hay fecha para que se resuelva la Declaración de Impacto Ambiental, cuestión previa a la aprobación del proyecto…” Refinería Balboa, completo. Prosigue la perorata de un indignado Peter Griffin. Corto una punta de aloe de una maceta, que restriego por la llaga abierta de mi diestro anular. Abro una nueva entrada y tecleo. Parece que la herida empieza a cicatrizar.

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