domingo, 4 de octubre de 2009

LA POSTAL


París, barrio de Montmartre. En un petit café, una joven y guapa forastera con fular recibe un misterioso paquete cuyo contenido conmociona a la clientela. El mettre sostiene la muñeca de una mano lívida que palmotea histéricamente en el dorso. Mientras un garçon avienta el rostro de la chica con su pañuelo mocoso, tratando de refrescarla. El suceso, registrado y referido por la prensa local como broma macabra, se ilustra con la instantánea de un minino disecado, usado de tiesto para geranio junto a una postal garabateada de la torre Eiffel.

La ciudad flota como un muelle sobre la laguna. Dan ganas de no parar de tomar cappuccino con el meñique levantado. El vaporetto cruza el canal y deja una nube de leche tras de sí. El remite es de una exnovia. En San Marcos un desconocido da de comer a las palomas. La hija de su madre tiene estos detalles. La Plaza aún no se ha llenado de turistas con una Nikon. Los cliks mosquiteros de las máquinas fotográficas no ahogan ese aéreo y romántico zureo. Dice aquí que ha conocido a un tal Bruno. Las parejas se abrazan y se despiden lanzándose besos con la mano desde las pasarelas. Venecia amanece con el sol calentando las aguas de un azul verdoso… ¿Has oído gatita? Manda recuerdos. Dos celadores de instituciones mentales apuestan a que el paciente acariciará ahora una mascota invisible y continuará regando su jardín imaginario…
para Celia

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